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domingo, 13 de mayo de 2012

12M - Otro mundo es ... necesario

El 15O salieron miles de personas a las calles. Ayer, el 12M, también.




En estas fechas se va a cumplir un año del 15M, el movimiento altermundista que convocó las últimas protestas ciudadanas que denuncian las medidas anticrisis que han adoptado los gobiernos en los últimos años como medidas que están disfrazando lo que realmente son medidas anticiudadanía (este enlace contiene un breve artículo sobre las dificultades que logré advertir en el nacimiento del movimiento). Hay un interesante análisis del escritor y economista José Luis Sampedro en el siguiente vídeo. El autor habla de las causas profundas de la crisis democrática que estamos viviendo en nuestros días como una crisis al nivel de los valores que dominan nuestra vida: individualismo, incapacidad de crítica, manipulación mediática, indiferencia, conformismo, y un largo etc. El final es conmovedor: "...otro mundo es posible. Y yo digo: no. Otro mundo no es posible, otro mundo es ¡seguro! Lo que es seguro es el cambio, ahora ya ¿el cambio hacia dónde? Eso ya depende de lo que hagamos". El vídeo es breve y no tiene desperdicio.



Del DRAE:

ALTERMUNDISMO.

Aviso de error. La palabra altermundismo no está en el Diccionario.

Convocatoria de Democracia Real Ya.

Si el DRAE no da una explicación del término, la damos nosotros. Altermundismo: creencia de la ciudadanía en la posibilidad de construir el mundo de una manera alternativa (alter: lat. otro). En el siguiente enlace tenéis una propuesta altermundista y alter-económica (el libro está a la venta, aunque también se puede descargar gratuitamente): HAY ALTERNATIVAS.
Del DRAE:

POLÍTICA.

7. f. Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados.
8. f. Actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos.

9. f. Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo.


Propuesta de definición ALTERMUNDISTA-aristotélica de "política":

1. Actividad humana de buscar la felicidad en la convivencia social. El ser humano (Aristóteles) es un ser social (animal político) porque no puede ser feliz (desarrollar al máximo su naturaleza corporal, racional y emocional) si no es viviendo junto a sus semejantes.

2. La política no es fundamentalmente el arte de compatibilizar los distintos intereses egoístas de los individuos que componen la sociedad. Los individuos se unen para ser felices, no para sacar la máxima ventaja para sí mismos a costa de la convivencia con los demás. Los individuos se unen en sociedad porque quieren cuidar y proteger a sus semejantes, por amor y solidaridad hacia ellos, y no para proteger sus propios intereses egoístas.

¿Tienes alguna definición altermundista de la política o de la sociedad? Publícala aquí en los comentarios. 

martes, 14 de febrero de 2012

Amor y filosofía

En un día como hoy, podríamos preguntarnos si los filósofos se han dedicado alguna vez al tema del amor. Sería extraño que algo tan importante en la vida humana no tuviera un espacio propio en una materia como la que tratamos en este blog.

Lo cierto es que el amor ha sido uno de los temas que los filósofos han tratado desde los mismos inicios de la filosofía. Platón le dedica por lo menos dos diálogos importantes: el Fedro y el Simposio (o el Banquete). En la actualidad los filósofos se siguen haciendo preguntas sobre el amor: ¿qué es el amor? ¿una emoción? ¿un conjunto de emociones? ¿algo indefinible?. Como muestra, podéis echarle un vistazo a la bibliografía que aparece en la entrada de la SEP (en inglés, pero te haces una idea de lo actual que es el tema por las fechas de las referencias) acerca del amor.

La misma palabra "amor" aparece en el nombre de la filosofía. "Filosofía" significa "amor a la sabiduría". Así que, ¿qué esperabas? ¡Por supuesto que el amor es uno de los temas que trata la filosofía! Quizás exista algún parecido entre el "amor a la sabiduría" y el amor a las personas. El amante de la sabiduría vive en el riesgo de no poseerla nunca por entero, siempre hay algo más que descubrir, es un amor que se sabe inagotable. El amor entre las personas, el amor que respeta al ser amado y que no está basado en el puro egoísmo, también sabe que dicho ser es inagotable, porque es único e irrepetible, es una persona.

Ahora bien, el amor de la filosofía no es lo mismo que el amor erótico o que el amor romántico. Se parece más a lo que Aristóteles llamaba "philia" (la misma palabra que compone "philo-sophia"). La philia de Aristóteles es un tipo de amor que puede aplicarse a la persona amiga, a la familia o a personas afines. Encarna los valores de la lealtad y el aprecio por las personas, sin necesidad de que dicho aprecio implique una pasión o un deseo irrefrenable por ellas.

http://www.realmagick.com/platonic-love/


En contraste, el amor como eros, tal y como Platón explicó en sus diálogos, sí que implica dichas emociones de pasión y deseo (de ahí el adjetivo "erótico"). Curiosamente, para Platón, el eros era una fuerza que se conectaba directamente con la pasión por el conocimiento o la sabiduría, con la filosofía. El amor a los particulares, según Platón (cuyo desprecio por lo particular le lleva a postular su teorías de las ideas), es un tipo de ascenso especial al mundo de las ideas, ya que nos lleva directamente de las cosas particulares (las personas amadas) a la idea de Belleza, y de ésta al resto de las ideas cuyo conocimiento implica la auténtica sabiduría. Lo curioso está en que, según Platón, el ascenso que se realiza por el mundo de las ideas no se lleva a cabo nunca a través de los particulares, que pertenecen al mundo sensible, sino que, volviendo la espalda a la multiplicidad y mutabilidad de los objetos sensibles, el conocimiento asciende dialécticamente de unas ideas a otras (empezando por el conocimiento de las matemáticas y terminando con el ascenso a la Idea de Bien). (La atención a los seres del mundo sensible, más bien, no es más que un estorbo para el verdadero conocimiento, tal y como sostiene Platón en su famosa Alegoría de la Caverna de la República).

El caso del amor es un caso especial en este sentido. La belleza particular de un individuo nos recuerda a la verdadera Belleza intemporal, no mezclada con nada más, que existe en el mundo de las Ideas, de las Formas. De esta manera, si la belleza particular siempre apunta a algo fuera de ella misma (la idea de Belleza), entonces cualquier belleza particular puede ser intercambiable por cualquier otra, en cualquier otra persona, idea o cosa. Porque amar es amar a la idea de Belleza, no a un individuo particular. El amor a los individuos es relativo a su participación de la Forma platónica de belleza y no a la atención a sus características únicas e irrepetibles. No amamos a la persona particular sino a su participación de la Belleza, a lo que dicha persona refleja de la Idea universal de Belleza.

Esta característica de universalidad (y de posibilidad de sustitución, de reemplazo, sin pérdida de lo que es importante en el amor) diferencia el concepto platónico del amor con la idea Aristotélica de la atención a lo particular e irrepetible (ver las entradas sobre Prudencia y conocimiento I y II). La persona amada es un ser único e irrepetible que no puede ser reemplazado sin más. Perder a una persona amada se vive como una pérdida irrecuperable, irremplazable. Cuando otra persona (un amor, una amistad) llega a nuestra vida, no suplanta a las otras personas amadas si más, sino que son seres que, a su vez, son únicos e irrepetibles. Seres que, por lo tanto, no podemos intercambiar sin perder algo importante.

Martha C. Nussbaum, en su obra El conocimiento del amor, expone un punto de vista complejo en el que intenta mantener una tensión entre los puntos de vista de los dos autores griegos. El amor es algo que implica el valor de lo único y de lo irrepetible (Aristóteles) que encarna cada persona y, en especial, la relación con la persona amada. Pero también implica valores universales (Platón) que sólo surgen del contacto con el ser amado. Dicho ser ejemplifica ciertas características de por sí valiosas y nosotros nos identificamos con ellas a través de la persona amada (la bondad, el coraje, la ternura, etc.). Elegir entre dos posibles amores, nos dice la autora, es como elegir entre dos formas de vida. Nuestra identificación con dicha persona nos hace cambiar en lo más profundo de nuestras vidas. La decisión es arriesgada porque en dicha decisión nos va el ser la persona que seremos.

Así, ¿cómo eres en el amor? ¿Te quedas con Platón o con Aristóteles? Y, por cierto, ¿te has dado cuenta de que eres una persona única, irrepetible e inagotable? ¿Te has dado cuenta de que los demás también lo son? ¿Te has dado cuenta de si alguien no se ha dado cuenta de que lo eres?

REFLEXIONA.

1) La foto de arriba y el texto que la acompaña, ¿corresponde a una visión del amor platónica o aristotélica?

2) ¿Qué quiere decir la frase tan común: "tener un amor platónico"? ¿Está bien empleado el adjetivo "platónico" en dicha frase?

domingo, 3 de julio de 2011

Prudencia y conocimiento (II): Aristóteles y la atención a lo particular

(¿Vienes de la entrada anterior? Pásate antes por ella).



Al discípulo de Platón, Aristóteles, le llega la hora de enfrentarse a su maestro, Platón. El dedo de Platón, esta vez en la pintura de Rafael, sigue apuntando en la misma dirección que el de su maestro, Sócrates, hacia ese mundo de principios eternos que rigen la realidad y que también indican el camino hacia la virtud en la vida humana: el ascetismo del sabio, la vida dedicada al conocimiento y la purificación de todo lo que hay de sensible, corporal, corruptible y temporal en la vida humana. Una vida sin examen no merece la pena ser vivida, diría Sócrates.

En el mismo pasaje citado en la entrada anterior, Aristóteles insiste con fuerza en que la prudencia no puede ser identificada con el conocimiento científico. La habilidad práctica para juzgar y decidir la acción correcta y los fines de la vida humana no consiste en aplicar una serie de principios fijos, eternos, a cada situación y a cada persona, sino que la prudencia consiste en ajustar la acción y nuestras decisiones a la situación concreta que se plantea. Lo que es bueno para A puede ser malo para B. Beber agua puede ser bueno para calmar la sed pero también puede resultar fatal para aquel que padece hidropesía. Mentir puede ser malo generalmente, pero también puede ser moralmente obligatorio si alguien con una pistola en la mano me pregunta dónde está otra persona para matarla. El juicio moral correcto y la acción moral es siempre relativa a las personas y a las circunstancias particulares, para Aristóteles. En ética, no sirven las fórmulas generales sino la habilidad de la persona prudente que sabe elegir y juzgar en cada situación concreta.



A diferencia de la prudencia, el conocimiento científico intenta explicar los fenómenos particulares por medio de leyes generales. Así, la caída de esta piedra concreta se explica gracias a las Leyes de Newton sobre la gravitación universal. Una vez que hemos descubierto una ley de la naturaleza, ya tenemos ahí un instrumento capaz de explicar un conjunto potencialmente infinito de fenómenos particulares (cualquier caída de cualquier cuerpo que se esté produciendo, que se haya producido o que se vaya a producir en el futuro).

Sin embargo, Aristóteles nos dice que en el caso de la conducta moral humana, no podemos llegar a este tipo de leyes. Si así fuera, tendríamos un conjunto de normas y leyes para la conducta que nos serviría a los seres humanos para saber cómo debemos actuar en cualquier momento. Pero esto no puede ser así en una vida humana. Las normas morales, las leyes y los principios que rigen nuestra conducta no son del mismo tipo que las leyes y los principios que rigen la naturaleza. Los seres humanos no podemos fiar nuestra vida ni responder en cada situación que la vida nos plantea con unas normas universales e inamovibles. Los seres humanos debemos saber qué es lo adecuado para cada uno y en cada ocasión. Por eso el término medio que escoge la persona prudente en su acción es siempre relativo, y no un término fijo, un punto fijo sobre el que orientar nuestra conducta moral. Mentir puede ser algo incorrecto o malo en general, pero puede ser que para una persona concreta de carne y hueso, en unas circunstancias particulares y concretas, lo correcto y lo moralmente bueno sea precisamente mentir. Si los agentes nazis persiguen a mi amigo para secuestrarlo y matarlo, yo estaría moralmente obligado a no revelar su paradero incluso si para ello tuviese que mentir.


 Al igual que Platón, Aristóteles está interesado en la cuestión de cómo deberíamos vivir en tanto que seres humanos, la cuestión fundamental de la ética. Pero, para Aristóteles, el supuesto conocimiento platónico de unos principios para la acción no es propio de la vida humana (quizás sí sea propio de los dioses). No hay recetas mágicas para tomar decisiones ni para conseguir la felicidad, el bien último de la vida humana. Actuar de acuerdo con la virtud no puede depender del conocimiento de unos principios separados de la vida humana, que es finita, y de las acciones humanas, que son concretas, que se realizan en un contexto y por unas personas concretas, de carne y hueso. El valor de la acción humana (lo que la hace buena o mala, correcta o incorrecta) ha de encontrarse en la propia acción, no fuera de ella. El valor de la vida humana, lo que la hace una vida que merezca la pena ser vivida, ha de encontrarse en la particularidad y en las capacidades propias del ser humano. La razón, como aquella capacidad que distingue al ser humano de cualquier otro ser, y su desarrollo es lo que hace que una vida se desarrolle como vida humana, feliz.

viernes, 1 de julio de 2011

Prudencia y conocimiento (I): Platón vs. Aristóteles en el conocimiento del bien y el valor

Para Aristóteles, la prudencia es la sabiduría práctica de aquella persona que es habilidosa al deliberar, juzgar y orientar su acción  conforme a la virtud y con vistas al fin último de toda vida humana: la felicidad (ver Ética a Nicómaco, VI, 4). La persona prudente es capaz de escoger el término medio (entre el exceso y el defecto) adecuado a cada persona y a cada circunstancia concreta. La acción correcta, virtuosa, será aquella que se ajuste a este criterio. Escoger este término medio es una tarea que requiere el concurso de la razón, requiere sopesar las características concretas de la acción que se va a realizar, de las personas afectadas por dicha acción, deliberar sobre los medios, las consecuencias, etc... en definitiva, encontrar las razones adecuadas que justifiquen nuestra acción.

Imagen de: http://www.biografiasyvidas.com/monografia/aristoteles/
Pero, ¿en qué consiste esta sabiduría práctica? ¿Qué debe conseguir una persona para ser prudente? ¿Acumular conocimientos? ¿Forjarse un carácter, unas características propias de su persona?

Platón y su maestro, Sócrates (en tanto que representantes del intelectualismo moral) tenían claro que el hombre virtuoso solo podía ser aquel que poseyera conocimiento: el mal solo podía ser fruto de la ignorancia. De modo que, para ser virtuoso, el ser humano debía tener una vida dedicada a conocer los principios que hacen de la vida humana una vida virtuosa y que permiten conocer el bien en las acciones. Para estos autores, actuar bien consiste en ajustarse a dichos principios en la práctica. Conocer el valor y el bien es lo que permite guiar nuestra conducta hacia la virtud. El bien y el valor son vistos pues como puntos fijos a partir de los cuales orientar nuestra conducta. El ignorante de dichos puntos estará desorientado y, por ello, actuará mal.

Imagen de: http://enunmundodescomunal.blogspot.com/2011/02/es-posible-obrar-el-mal-cuando-se.html


Esta idea platónica y socrática de los principios morales acerca mucho la ética al conocimiento científico: de la misma manera que el ser humano aspira a descubrir los principios que rigen en la naturaleza, también deberíamos poder aspirar a descubrir los principios que han de guiar la vida humana. La ética es una especie de episteme, volcada en la acción humana. El conocimiento auténtico de la realidad (a diferencia de la mera opinión), la episteme, solo puede ser conocimiento de los auténticos principios de la naturaleza o realidad. Análogamente, actuar bien solo puede venir acompañado de un auténtico conocimiento de los principios de la acción virtuosa (y no del engaño o la persuasión de los sofistas, para quienes dichos principios son siempre relativos a los intereses egoístas o a la voluntad de dominio de unos seres humanos sobre otros). El gesto de Sócrates en la pintura de Jacques Louis David (La muerte de Sócrates) es un símbolo de su propia doctrina moral (intelectualismo moral). Sócrates señala en la pintura que los principios de la acción humana están en el lugar elevado donde se encuentran todos los principios del conocimiento (las llamadas ideas), un lugar solo reservado a aquel capaz de elevarse sobre las meras opiniones y el engañoso mundo de las apariencias, un mundo al que solo el sabio tiene acceso.

Aristóteles, con su concepción de la sabiduría práctica, rechazará por completo esta identificación de la virtud con el conocimiento científico. (Continúa en la siguiente entrada del blog).