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miércoles, 22 de mayo de 2013

La mirada y el lenguaje: lo que nos hace humanos (I)

     Resulta curioso cómo los caminos de la ciencia, la filosofía y la literatura se cruzan de manera aparentemente casual y en cuestiones aparentemente desconectadas. Este es el caso de la cuestión sobre qué nos diferencia a los humanos del resto de los animales, especialmente de nuestros primos los grandes simios (chimpancés, gorilas y orangutanes). El lenguaje es el rasgo que ha centrado el debate sobre esta cuestión en las últimas décadas. En esta entrada, comentaré, sin embargo, otra característica diferente que ha llamado la atención tanto de la ciencia como de la literatura: la mirada.

Imagen de J-M Boujou


Imagen de Google Books
     En La mente del simio (Debate, 1983), uno de los trabajos pioneros sobre la inteligencia de los grandes simios, Ann y David Premack señalan en la introducción (p. 12) que una característica distintiva de los simios antropoides y del ser humano es su capacidad para intercambiar miradas. La mayoría de los mamíferos no soporta la mirada de otros animales, ni siquiera de su misma especie. Su objetivo es no convertirse en centro de atención de un depredador o de un rival cualquiera. Es como si pensaran  cosas como: "... y este tipo, ¿por qué me mira tanto?", "¿me quiere comer?", "¡me está amenazando!", "tengo todas las papeletas para convertirme en el menú de alguien, ya que si me mira tanto es que ha descubierto y mi camuflaje no ha servido de mucho". Cosas así. De modo que, cuando se les fuerza a ser mirados (cuando no tienen como opción la huida), el comportamiento típico es apartar la mirada en breves segundos ("deja de amenazarme, no soy rival para ti", o "no te miro, ya puedes quedarte tranquilo"). (¡Haced la prueba con vuestro gato o vuestro perro!).

     Lejos de sentirse amenazados al recibir una mirada directa, los antropoides sienten curiosidad por el hecho de ser el foco de atención y devuelven la mirada. Esta capacidad no se encuentra ya en monos no antropoides, sino que se sienten amenazados cuando reciben miradas directas y persistentes.

     Este fenómeno --que parece a simple vista todo un hallazgo científico del siglo XX-- aparece en la literatura de Ruyard Kipling. En uno de los episodios más dramáticos y hermosos de The Jungle Book (1894), Mowgli se encuentra triste como nunca se había sentido en su vida ya que ha descubierto que la manada de lobos a la que pertenece le quiere muerto ("Nací en la jungla. He obedecido la Ley de la Jungla y no hay lobo de entre nosotros de cuyas patas no haya yo quitado una espina. ¡Por supuesto que son mis hermanos!"). Huye adentrándose en la selva al encuentro de su amiga Bagheera, la pantera. Bagheera se esfuerza por explicar a Mowgli su naturaleza peculiar, distinta de la del Pueblo de la Selva (Jungle People), su manada de lobos: él es humano y por eso sus hermanos lo echarán de la manada.

Bagheera le muestra cómo ni él mismo, que ha sido una pantera cautiva casi toda su vida entre humanos, es capaz de sostener la mirada a Mowgli:

"But why—but why should any wish to kill me?" said Mowgli.
"Look at me," said Bagheera. And Mowgli looked at him steadily between the eyes. The big panther turned his head away in half a minute.
"That is why," he said, shifting his paw on the leaves. "Not even I can look thee between the eyes, and I was born among men, and I love thee, Little Brother. The others they hate thee because their eyes cannot meet thine; because thou art wise; because thou hast pulled out thorns from their feet—because thou art a man."
"I did not know these things," said Mowgli sullenly, and he frowned under his heavy black eyebrows."
           [...] Los otros te odian porque sus ojos no pueden encontrarse con los tuyos; porque tú eres sabio -- porque has quitado las espinas de sus pies -- porque tú eres un hombre [...].

La explicación deja a Mowgli tan triste y desamparado como antes. Incapaz todavía de comprender por qué él no puede pertenecer a la Gente de la Jungla.

Más entradas sobre inteligencia animal en  Aula de Filósof@s: Inteligencia animal.

viernes, 16 de marzo de 2012

Descartes y Borges

Aprovecho que en la entrada anterior hemos hablado sobre Borges para copiar aquí un poema de Borges que se llama Descartes. Debajo dejo algunas preguntas que pueden responder los alumnos de 2º de Bachillerato y un enlace a un mapa conceptual de la filosofía de Descartes que hay en el blog de Pilar.

Soy el único hombre en la tierra y acaso no hay tierra ni hombre.
Acaso un dios me engaña.
Acaso un dios me ha condenado al tiempo, esa larga ilusión.
Sueño la luna y sueño mis ojos que perciben la luna.
He soñado a Cartago y a las legiones que desolaron a Cartago.
He soñado a Virgilio.
He soñado la colina del Gólgota y las cruces de Roma.
He soñado la geometría.
He soñado el punto, la línea, el plano y el volumen.
He soñado el amarillo, el azul y el rojo.
He soñado mi enfermiza niñez.
He soñado los mapas y los reinos y aquel duelo en el alba.
He soñado el inconcebible dolor.
He soñado mi espada.
He soñado a Elisabeth de Bohemia.
He soñado la duda y la certidumbre.
He soñado el día de ayer.
Quizá no tuve ayer, quizá no he nacido.
Acaso sueño haber soñado.
Siento un poco de frío, un poco de miedo.
Sobre el Danubio está la noche.
Seguiré soñando a Descartes y a la fe de sus padres.

 Cuestiones:

1. ¿Cuántos temas de la filosofía cartesiana aparecen en el poema? ¿Puedes explicarlos y ordenarlos según la filosofía del autor?
2. ¿Cuál de los motivos de duda cartesiana aparece con mayor preeminencia en el  poema? ¿A qué tipo de conocimientos afecta este nivel de la duda?
3. ¿Hay algún/os verso/s en el/los que se hable de alguna certeza? Señálalo/s.

Enlace:

Esquema de la filosofía de R. Descartes.

Leer para vivir

[ACTUALIZACIÓN 20/03/2012: enlaces a los relatos de Borges].

Gracias a nuestra gran comentarista Lyolin, os propongo ver este precioso vídeo sobre el amor a los libros. Espero que os guste. En él aparecen los libros como si fueran grandes amigos, llenos de vida que vuela, y capaces de dar color a un triste mundo gris.



Supongo que hay algunas personas que tienen la suerte de vivir para leer. Otras personas, como ilustró Charles Dickens en David Copperfield, necesitan leer para vivir. En los primeros capítulos de David Copperfield, el protagonista aparece en una situación vital desesperada que solo encuentra a la lectura como único aliciente: huérfano de padre y maltratado por su padrastro en su propia casa, David descubre que en la biblioteca de su difunto padre podía encontrar la alegría y la compañía de amigos que su aciaga existencia no le proporcionaba.

Mi padre había dejado una colección de libros en una pequeña habitación de la planta de arriba a la que yo tenía acceso (...), y por la que nunca se preocupó nadie más en nuestra casa. De esa habitación salieron, gloriosa hueste, Roderick Random, Peregrino Pickle, Humphrey Clinker, Tom Jones, el vicario Wakefield, Don Quijote, Gil Blas y Robinson Crusoe para hacerme compañía. Mantuvieron viva mi imaginación y mi esperanza en algo más allá de aquel tiempo y lugar; ni ellos, ni Las mil y una noches, ni los cuentos de hadas podían hacerme ningún daño...
Leer para vivir es leer para ser feliz. Como dice otro gran lector (y escritor de muchos cuentos que se inspiran en la filosofía), Jorge Luis Borges: "leer a Stevenson es una de las formas de la felicidad". Borges imagina en uno de sus relatos La biblioteca de Babel, la biblioteca de todos los libros posibles, donde parece vivir el protagonista de la animación y que ha inspirado a importantes filósofos actuales como Daniel Dennett para extraer sagaces consecuencias filosóficas de la teoría de la evolución (en La peligrosa idea de Darwin). En otro de sus cuentos, Borges imagina El libro de arena, la posibilidad de un libro infinito: entre cada dos páginas de él hay un número infinito de páginas. La mayoría de sus cuentos y poemas tiene inspiración en sus lecturas, en su vida para leer y en su lectura para vivir. Borges tuvo la desgracia de quedarse ciego en los últimos años de su vida. No puedo imaginar lo desgraciado que pudo sentirse en el comienzo de su enfermedad, cuando empezó a ser consciente de que dejaría de ver (su ceguera era gradual). Aunque quizás era feliz porque conservó la compañía de los innumerables libros que había leído a lo largo de su vida (en alguna ocasión cuenta que no vivió su ceguera como algo especialmente trágico sino como "un lento atardecer de verano").



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