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miércoles, 5 de octubre de 2016

Los primeros filósofos griegos: Anaxímenes de Mileto

     En la figura de Anaxímenes de Mileto encontramos al último seguidor de la primera escuela de filosofía. De él se sabe que escribió otro tratado “Sobre la naturaleza”.
Imagen de Wikipedia

     Anaxímenes propone un principio material como arché de la naturaleza, origen de la diversidad y pluralidad de cosas que pueblan la physis: el aire. Podemos apreciar en su propuesta un intento de compromiso entre sus dos maestros anteriores. Por un lado, el aire es un principio material y a partir de él se componen todas las cosas y estas vuelven a ser aire cuando se descompone, siguiendo a Tales. Pero, por otro lado, el aire no parece poseer características o cualidades determinadas y ello hace que se asemeje a lo apeiron de Anaximandro. El aire apenas es perceptible, está por todas partes y parece poseer automovimiento (el viento).

Imagen de www.lenguajedelaire.com


     Como novedad respecto a sus maestros, este pensador abordó la cuestión sobre el mecanismo que produce el cambio en la naturaleza (es decir, el proyecto de describir los principios que gobiernan el movimiento en el cosmos): la condensación y la rarefacción del aire. Los cambios en la naturaleza se producen por cambios en la densidad de la materia fundamental. Todo cuanto existe y todo cuanto ocurre se produce a partir de estos dos procesos fundamentales. El calor y el frío, lo seco y lo húmedo. 

     Anaxímenes también identificó el alma con el aire. El alma es el principio que mantiene la vida de un organismo. Cuando el animal muere expira el aire que mantiene el principio de la vida. Esta sugerencia parece surgir de un paralelismo con el funcionamiento de todo el cosmos: es el aire lo que rodea por todas partes al universo y lo mantiene cohesionado.



     Con la figura de Anaxímenes de Mileto, la primera escuela filosófica inicia el camino común de la filosofía y la ciencia. Ellos fueron los fundadores del proyecto de explicar la naturaleza de manera racional y sistemática, sin recurrir a fuerzas sobrenaturales.

domingo, 11 de octubre de 2015

Los primeros filósofos griegos: Tales de Mileto

Fuente de la imagen: Wikipedia




      Tales de Mileto fue uno de los Siete Sabios de Grecia. Vivió entre finales del s. VII y mediados del s. VI a.C. Se le atribuyen varios teoremas relacionados con los triángulos así como la sorprendente predicción de un eclipse. Viajó a Egipto y a Caldea. De él se cree que no llegó a escribir ningún libro. Sabemos de su pensamiento por noticias, menciones o testimonios de otros autores de la antigüedad.

Fuente de la imagen: Wikipedia
     Quizás por influencia de la cultura egipcia, Tales sostenía que el arché de todas las cosas era el agua. Todos los seres eran variaciones de un único elemento o sustancia material que adoptaba distintas formas y estados. La variedad, la multiplicidad de cosas que pueblan la naturaleza -la physis- es, en último término, agua. Todo se formó a partir del agua.
     Aristóteles pensó que era la relación primordial que este elemento guarda con la vida (en la composición de los seres vivos, en las semillas reproductoras de los animales, etc.) lo que llevó a Tales a hacer la afirmación de que el agua es el principio que explica todas las cosas.

  También, se cuenta que explicaba los terremotos y los temblores de tierra por el hecho de que la tierra flota sobre el agua.

  A Tales también se le atribuye la frase "todo está lleno de dioses" y la explicación de que la piedra imán atrae al hierro porque posee un alma. Estas atribuciones parecen apuntar a que Tales sostenía una doctrina llamada hilozoísmo. Esta doctrina trata a toda la materia como si de un ser vivo, animado, se tratase. La materia tiene un alma, un ánima ("es animal") responsable de su "comportamiento", de su capacidad de moverse por sí misma. Desde épocas prefilosóficas, el concepto de alma (psyché) en la cultura griega es el de la fuente de la vida y del movimiento. Para comprender esta atribución a Tales, se debe tener en cuenta que en la época del autor -y hasta mucho después- no se distinguía entre materia viva e inerte, entre lo animado y lo inanimado. Estos conceptos (lo vivo y lo inerte, lo animado y lo inanimado) han tenido su propio desarrollo y no pueden darse por sentado en las teorías de estos pensadores.

viernes, 28 de octubre de 2011

El dualismo antropológico de Platón y las tres partes del alma

La base de la concepción platónica del ser humano es su dualismo alma-cuerpo. En el Fedón (66c), un diálogo anterior a la República, Platón concibe al ser humano como un ser racional gracias a su alma. El alma es inmortal porque se trata de una realidad simple, que como el Ser de Parménides, no puede ser destruida (en el sentido de que no puede descomponerse en elementos más simples, al contrario que el cuerpo).

Imagen de Wikipedia
Sin embargo, en la República (y en el mito del carro alado que aparece en el Fedro), Platón sostiene que el alma tiene tres partes: racional, irascible y apetitiva. ¿Cómo es que Platón parece estar contradiciéndose a sí mismo, defendiendo que el alma es una entidad simple y que tiene tres partes? ¿Qué necesidad tiene de establecer la distinción entre tres partes en el alma?

El dualismo alma-cuerpo que aparece en el Fedón representa la herencia socrática del intelectualismo moral: la conducta buena solo puede proceder de la sabiduría, y esta del control racional de las pasiones e impulsos que tienen su origen en el cuerpo (ver las entradas sobre Prudencia y conocimiento I y II). También, la noción de un alma inmortal hace referencia a la religión pitagórica y al ideal de purificación que dicha doctrina recomendaba.

En dicha obra, Platón identifica el alma con la capacidad racional, en ella reside la virtud (no en la posición social o en la excelencia natural, como era habitual considerar a la aristocracia de la época arcaica), que queda interiorizada en el individuo desde la mencionada influencia de su maestro Sócrates. Al alma le corresponde el control de los apetitos que proceden del cuerpo.

En las obras posteriores, especialmente en la República, no parece adecuado atribuir al cuerpo los deseos, los instintos y las pasiones, ya que no se trata de movimientos corporales sino de fenómenos psíquicos que nos mueven a actuar de determinada manera. Estos elementos se trasladan por lo tanto a una parte del alma, la apetitiva o concupiscible. A partir de ahí, se hace necesario explicar qué relación guarda esta parte del alma con su naturaleza fundamentalmente racional. Platón se basa en el siguiente argumento.

1) El conflicto moral es un fenómeno que se da en el alma humana y es necesario reconocer su existencia y explicarlo.

Un conflicto moral se da en el alma humana cuando se ve impelida o influida por dos fuerzas contrapuestas: lo que dicta nuestra razón y lo que dictan nuestros impulsos o nuestros apetitos. Cuando lo racional es que estudie esta tarde filosofía para preparar el examen de la semana que viene pero, en el mismo momento, siento la atracción de pasar la tarde saliendo con mis amigos o jugando al parchís, me encuentro en una situación de conflicto moral. Mi decisión se ve obstaculizada por verme influido por dos fuerzas opuestas e incompatibles: una racional y otra irracional.

En sus obras anteriores a la República, Platón atribuye la fuerza de los impulsos y los apetitos al cuerpo, pero en esta obra no parece correcta o adecuada dicha atribución, ya que dichos impulsos y apetitos son fenómenos psicológicos y no movimientos corporales. Así que es el alma la que se ve directamente influida por dichos apetitos, aunque su influencia sea debida a que el alma se encuentra encarcelada en un cuerpo material.



2) La aceptación del Principio de No-Contradicción (PNC), de Parménides.

Platón sigue a Parménides en su estricta lógica, aplicando el PNC: aceptar que una misma cosa tiene una característica y su opuesto, a la vez, supone una contradicción que va en contra de todo lo concebible. En el caso del conflicto moral, nos encontramos precisamente en esa tesitura, ya que el alma está siendo, a la vez, racional e irracional. Esto es completamente inaceptable.



3) Luego: el alma ha de tener distintas partes.

Para cumplir con las premisas anteriores, es necesario concluir que no puede ser la misma cosa la que quiere estudiar y la que no quiere estudiar, la que es racional e irracional, a la vez. Es necesario, pues, concluir que alma tiene al menos dos partes distintas. Así, se distingue la parte apetitiva del alma como aquella en la que se produce la influencia de lo corporal, la influencia de la materia en el alma, en la forma de apetitos, instintos, impulsos, deseos, etc. La otra parte del alma, la parte racional, es la que se encarga de dominar a los institntos y los impulsos, la que permite el conocimento universal y la conducta buena (de acuerdo con el intelectualismo moral de Sócrates).

A estas dos partes del alma, Platón añade una tercera: el ánimo, la parte irascible. Este tercer elemento tiene que ver con la decisión y coraje. Cuando la razón y el apetito entran en conflicto, hay una fuerza interior que decide el conflicto a favor de la razón y que causa la ira cuando la razón cede en favor de los apetitos. Así, son tres las partes del alma: razón, ánimo y apetito, de acuerdo con la doctrina de la República.

Merece la pena señalar que el conflicto moral solo puede darse en el alma cuando está retenida en su cárcel corporal material,  pero no cuando se libera del cuerpo. Cuando el alma se encuentra en su estado "natural" (la unión con el cuerpo sería un estado temporal y antinatural) el alma retiene su naturaleza simple, no se verá tentada por lo irracional a hacer lo incorrecto, sino que al estar en contacto con las ideas su naturaleza racional captará el Bien directamente, sin ser obstaculizada ni contaminada por lo material. Por lo tanto, Platón salva la contradicción arriba mencionada y, de paso, da una explicación coherente al fenómeno psicológico del conflicto moral.

En el Fedro también aparece esta división tripartita del alma, a través del mito que compara el alma con un carro alado compuesto por el auriga (la razón) y dos caballos, uno blanco (ánimo) y uno negro e indócil (apetitos).

Reconocer estas tres partes del alma permite a Platón establecer un paralelismo perfecto entre ésta y el Estado. Este paralelismo le permite sostener que la justicia es la misma tanto en el individuo como en el Estado. La diferencia es meramente de escala: la justicia vista en letras grandes se da en el Estado, en letras pequeñas se da en el alma. Pronto explicaremos este paralelismo.