domingo, 3 de julio de 2011

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Prudencia y conocimiento (II): Aristóteles y la atención a lo particular

(¿Vienes de la entrada anterior? Pásate antes por ella).



Al discípulo de Platón, Aristóteles, le llega la hora de enfrentarse a su maestro, Platón. El dedo de Platón, esta vez en la pintura de Rafael, sigue apuntando en la misma dirección que el de su maestro, Sócrates, hacia ese mundo de principios eternos que rigen la realidad y que también indican el camino hacia la virtud en la vida humana: el ascetismo del sabio, la vida dedicada al conocimiento y la purificación de todo lo que hay de sensible, corporal, corruptible y temporal en la vida humana. Una vida sin examen no merece la pena ser vivida, diría Sócrates.

En el mismo pasaje citado en la entrada anterior, Aristóteles insiste con fuerza en que la prudencia no puede ser identificada con el conocimiento científico. La habilidad práctica para juzgar y decidir la acción correcta y los fines de la vida humana no consiste en aplicar una serie de principios fijos, eternos, a cada situación y a cada persona, sino que la prudencia consiste en ajustar la acción y nuestras decisiones a la situación concreta que se plantea. Lo que es bueno para A puede ser malo para B. Beber agua puede ser bueno para calmar la sed pero también puede resultar fatal para aquel que padece hidropesía. Mentir puede ser malo generalmente, pero también puede ser moralmente obligatorio si alguien con una pistola en la mano me pregunta dónde está otra persona para matarla. El juicio moral correcto y la acción moral es siempre relativa a las personas y a las circunstancias particulares, para Aristóteles. En ética, no sirven las fórmulas generales sino la habilidad de la persona prudente que sabe elegir y juzgar en cada situación concreta.



A diferencia de la prudencia, el conocimiento científico intenta explicar los fenómenos particulares por medio de leyes generales. Así, la caída de esta piedra concreta se explica gracias a las Leyes de Newton sobre la gravitación universal. Una vez que hemos descubierto una ley de la naturaleza, ya tenemos ahí un instrumento capaz de explicar un conjunto potencialmente infinito de fenómenos particulares (cualquier caída de cualquier cuerpo que se esté produciendo, que se haya producido o que se vaya a producir en el futuro).

Sin embargo, Aristóteles nos dice que en el caso de la conducta moral humana, no podemos llegar a este tipo de leyes. Si así fuera, tendríamos un conjunto de normas y leyes para la conducta que nos serviría a los seres humanos para saber cómo debemos actuar en cualquier momento. Pero esto no puede ser así en una vida humana. Las normas morales, las leyes y los principios que rigen nuestra conducta no son del mismo tipo que las leyes y los principios que rigen la naturaleza. Los seres humanos no podemos fiar nuestra vida ni responder en cada situación que la vida nos plantea con unas normas universales e inamovibles. Los seres humanos debemos saber qué es lo adecuado para cada uno y en cada ocasión. Por eso el término medio que escoge la persona prudente en su acción es siempre relativo, y no un término fijo, un punto fijo sobre el que orientar nuestra conducta moral. Mentir puede ser algo incorrecto o malo en general, pero puede ser que para una persona concreta de carne y hueso, en unas circunstancias particulares y concretas, lo correcto y lo moralmente bueno sea precisamente mentir. Si los agentes nazis persiguen a mi amigo para secuestrarlo y matarlo, yo estaría moralmente obligado a no revelar su paradero incluso si para ello tuviese que mentir.


 Al igual que Platón, Aristóteles está interesado en la cuestión de cómo deberíamos vivir en tanto que seres humanos, la cuestión fundamental de la ética. Pero, para Aristóteles, el supuesto conocimiento platónico de unos principios para la acción no es propio de la vida humana (quizás sí sea propio de los dioses). No hay recetas mágicas para tomar decisiones ni para conseguir la felicidad, el bien último de la vida humana. Actuar de acuerdo con la virtud no puede depender del conocimiento de unos principios separados de la vida humana, que es finita, y de las acciones humanas, que son concretas, que se realizan en un contexto y por unas personas concretas, de carne y hueso. El valor de la acción humana (lo que la hace buena o mala, correcta o incorrecta) ha de encontrarse en la propia acción, no fuera de ella. El valor de la vida humana, lo que la hace una vida que merezca la pena ser vivida, ha de encontrarse en la particularidad y en las capacidades propias del ser humano. La razón, como aquella capacidad que distingue al ser humano de cualquier otro ser, y su desarrollo es lo que hace que una vida se desarrolle como vida humana, feliz.

3 comentarios:

  1. Hola jose, soy robe. Muy bueno y aclaratoria esta entrada. Una cosilla, en el Eutifrón de Platón, (diálogo socrático, menor, por lo que dicen)Sócrates se burla de esta especie de vidente que es Eutifrón porque va a denunciar a su padre por un crimen que ha cometido. Argumenta que es igual que sea su padre porque lo que ha cometido es una impiedad y eso disgusta a los dioses. Sócrates después de su parloteo habitual concluye que la opinión de los dioses es variable respecto a ese tema y que por tanto no son fuente de conocimiento. Puede que no tenga nada que ver con lo que dices sobre lo que debe conducir la moral porque es uno de los primeros escritos de Platón y puede que sólo quiera cuestionar el mito como fuente de conocimiento. Sin embargo, Sócrates no para de largar (en boca de Platón) haciendo constante referencias a un Dios u otro y la propia construcción Platónica del mundo de las ideas es lo que he leído por ahí una especie de mito razonado o fé razonada. Concluyo, ¿No caen en las mismas incongruencias tanto Eutifrón al creer conocer la opinión de los Dioses y Platón con su paranoia con el mundo de las ideas? ¿Es una cuestión de matiz? porque la alternativa a la superstición la fía al conocimiento "filosófico" de un mundo ideal. Un abrazo y me comentas.

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  2. Gracias por tu comentario, Robe.

    Pienso que lo que te preguntas no es en absoluto una "cuestión de matiz" sino más bien una cuestión de calado muy profundo. De hecho, me veo incapaz de exponer mi punto de vista de una manera breve. Así que me voy a arriesgar a ser mal entendido.

    Hay varias cosas que están implicadas, creo yo, en lo que preguntas. ¡Y a cuál más difícil!

    Una lectura de la filosofía de Platón, y de su ontología plasmada en la teoría de las ideas, como "fe razonada" o algo así me parece muy inadecuada. (No sé dónde has leído la frase pero, ahora que lo has mencionado, también me suena a mí y no me extrañaría que fuera una opinión común entre ciertos comentaristas o estudiosos de Platón).

    Es cierto que Platón utiliza el poder expresivo de los mitos, los símiles y las metáforas para exponer sus doctrinas, pero eso no quiere decir que el contenido de dichas doctrinas sea mítico (o del mismo carácter supersticioso que el propio Platón achaca a los poetas o a los que sostienen conocer la voluntad de los dioses y sus rasgos antropomorfizados --esta es la base de las críticas de Sócrates a sus conciudadanos en los primeros diálogos, ver la entrada "La ciudadanía socrática").

    El mundo de las ideas platónico cumple, entre otras, la función teórica de servir de sostén o fundamento al conocimiento humano. El conocimiento o la ciencia (episteme), si hay algo que deba llamarse así, debe ser conocimiento de algo, de una realidad, sostiene Platón con influencia de Parménides. Además, el conocimiento, dirá Platón otra vez influenciado por Parménides, no puede ser algo que cambie de verdadero a falso según cambie la realidad acerca de la cual es conocimiento. Pero esto es justo lo que pasa con el supuesto conocimiento sensible y con los objetos que los sentidos nos presentan: cambio, inestabilidad, nacimiento, destrucción, etc. Luego, sobre el mundo sensible no puede haber conocimiento sino solo opinión.

    El conocimiento verdadero ha de tener como referente una realidad también verdadera, estable y universal (no tiene sentido hablar de un conocimiento que solo sirve para un caso particular y único, el conocimiento es siempre conocimiento universal). El mundo de las ideas es el postulado de esa realidad que sustenta al conocimiento.

    (sigo en el siguiente comentario)

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  3. (continúa del comentario anterior)

    Estas tres características del conocimiento (estabilidad, universalidad y referencia a lo real) son precisamente las características que distinguen al esfuerzo filosófico y científico (estos dos saberes no se distinguen en la época de Platón) por explicar el mundo y nuestra experiencia del tipo de explicación que ofrecen los mitos. Los mitos ofrecen explicaciones no racionales y no sistemáticas. Frente a la universalidad del conocimiento los mitos nos explican un mismo tipo de fenómeno (p. ej. una tormenta) apelando diferentes causas o principios explicativos (la tormenta de hoy es lanzada por el dios que está cabreado por la razón que sea, la de antes de ayer fue porque el dios estaba celebrando un banquete y estaba de juerga, etc...). En cambio, las explicaciones científicas son sistemáticas porque explican el mismo tipo de fenómenos mediante el mismo tipo de principios (todo episodio de tormenta, pasado, presente o futuro, se explica mediante las mismas leyes de la meteorología). Esto hace que la naturaleza se vea como un todo ordenado y no como una especie de teatro donde tienen lugar las escenas caprichosas que protagonizan los dioses y otros personajes.



    En este sentido, me parece que la teoría platónica de la realidad es tan mítica o tan basada en una fe (racional o no) como pueda serlo la totalidad de la propia empresa científica en la actualidad, así como cualquier proyecto ontológico actual. Lo que es lo mismo que decir que no le veo mucho sentido a dicha caracterización ("fe racional o mito razonado") de la filosofía de Platón. En tanto que proyecto racional, la ciencia debe contar con una visión filosófica de su propia labor y con un punto de vista acerca de la realidad que pretende explicar. El problema es, quizás, que Platón no llevaba los veinte siglos de ciencia que nosotros sí que tenemos a nuestra espalda para distinguir entre distintos tipos de explicación. En la época de Platón se estaba jugando el problema de tener algo que se pudiera llamar ciencia, como forma distinta al mito y la poesía de dar sentido a la experiencia humana. Así, por último, veo perfectamente congruente la crítica de Sócrates a la antropomorfización de los dioses con el postulado metafísico de un mundo de las ideas como base de la realidad y del conocimiento. Veo las dos posiciones como partes de un mismo proyecto intelectual.

    Espero haber aclarado alguna cosa después de un comentario tan largo. ;)

    Saludos.

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