La base de la concepción platónica del ser humano es su dualismo alma-cuerpo. En el
Fedón (66c), un diálogo anterior a la
República, Platón concibe al ser humano como un ser racional gracias a su alma. El alma es inmortal porque se trata de
una realidad simple, que como el Ser de Parménides, no puede ser destruida (en el sentido de que no puede descomponerse en elementos más simples, al contrario que el cuerpo).
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Sin embargo, en la
República (y en el mito del carro alado que aparece en el
Fedro), Platón sostiene que el alma tiene tres partes: racional, irascible y apetitiva. ¿Cómo es que Platón parece estar contradiciéndose a sí mismo, defendiendo que el alma es una entidad simple y que tiene tres partes? ¿Qué necesidad tiene de establecer la distinción entre tres partes en el alma?
El dualismo alma-cuerpo que aparece en el
Fedón representa la herencia socrática del intelectualismo moral: la conducta buena solo puede proceder de la sabiduría, y esta del control racional de las pasiones e impulsos que tienen su origen en el cuerpo (ver las entradas sobre Prudencia y conocimiento
I y
II). También, la noción de un alma inmortal hace referencia a la religión pitagórica y al ideal de purificación que dicha doctrina recomendaba.
En dicha obra, Platón identifica el alma con la capacidad racional, en ella reside la virtud (no en la posición social o en la excelencia natural, como era habitual considerar a la aristocracia de la época arcaica), que queda interiorizada en el individuo desde la mencionada influencia de su maestro Sócrates. Al alma le corresponde el control de los apetitos que proceden del cuerpo.
En las obras posteriores, especialmente en la
República, no parece adecuado atribuir al cuerpo los deseos, los instintos y las pasiones, ya que no se trata de movimientos corporales sino de fenómenos psíquicos que nos mueven a actuar de determinada manera. Estos elementos se trasladan por lo tanto a una parte del alma, la apetitiva o concupiscible. A partir de ahí, se hace necesario explicar qué relación guarda esta parte del alma con su naturaleza fundamentalmente racional. Platón se basa en el siguiente argumento.
1) El conflicto moral es un fenómeno que se da en el alma humana y es necesario reconocer su existencia y explicarlo.
Un conflicto moral se da en el alma humana cuando se ve impelida o influida por dos fuerzas contrapuestas: lo que dicta nuestra razón y lo que dictan nuestros impulsos o nuestros apetitos. Cuando lo racional es que estudie esta tarde filosofía para preparar el examen de la semana que viene pero, en el mismo momento, siento la atracción de pasar la tarde saliendo con mis amigos o jugando al parchís, me encuentro en una situación de conflicto moral. Mi decisión se ve obstaculizada por verme influido por dos fuerzas opuestas e incompatibles: una racional y otra irracional.
En sus obras anteriores a la
República, Platón atribuye la fuerza de los impulsos y los apetitos al cuerpo, pero en esta obra no parece correcta o adecuada dicha atribución, ya que dichos impulsos y apetitos son fenómenos psicológicos y no movimientos corporales. Así que es el alma la que se ve directamente influida por dichos apetitos, aunque su influencia sea debida a que el alma se encuentra encarcelada en un cuerpo material.
2) La aceptación del Principio de No-Contradicción (PNC), de Parménides.
Platón sigue a Parménides en su estricta lógica, aplicando el PNC: aceptar que una misma cosa tiene una característica y su opuesto,
a la vez, supone una contradicción que va en contra de todo lo concebible. En el caso del conflicto moral, nos encontramos precisamente en esa tesitura, ya que el alma está siendo,
a la vez, racional e irracional. Esto es completamente inaceptable.
3) Luego: el alma ha de tener distintas partes.
Para cumplir con las premisas anteriores, es necesario concluir que no puede ser la misma cosa la que quiere estudiar y la que no quiere estudiar, la que es racional e irracional, a la vez. Es necesario, pues, concluir que alma tiene al menos dos partes distintas. Así, se distingue
la parte apetitiva del alma como aquella en la que se produce la influencia de lo corporal, la influencia de la materia en el alma, en la forma de apetitos, instintos, impulsos, deseos, etc. La otra parte del alma,
la parte racional, es la que se encarga de dominar a los institntos y los impulsos, la que permite el conocimento universal y la conducta buena (de acuerdo con el intelectualismo moral de Sócrates).
A estas dos partes del alma, Platón añade una tercera: el ánimo,
la parte irascible. Este tercer elemento tiene que ver con la decisión y coraje. Cuando la razón y el apetito entran en conflicto, hay una fuerza interior que decide el conflicto a favor de la razón y que causa la ira cuando la razón cede en favor de los apetitos. Así, son tres las partes del alma: razón, ánimo y apetito, de acuerdo con la doctrina de la
República.
Merece la pena señalar que el conflicto moral solo puede darse en el alma cuando está retenida en su cárcel corporal material, pero no cuando se libera del cuerpo. Cuando el alma se encuentra en su estado "natural" (la unión con el cuerpo sería un estado temporal y antinatural) el alma retiene su naturaleza
simple, no se verá tentada por lo irracional a hacer lo incorrecto, sino que al estar en contacto con las ideas su naturaleza racional captará el Bien directamente, sin ser obstaculizada ni contaminada por lo material. Por lo tanto, Platón salva la contradicción arriba mencionada y, de paso, da una explicación coherente al fenómeno psicológico del conflicto moral.
En el
Fedro también aparece esta división tripartita del alma, a través del mito que compara el alma con un carro alado compuesto por el auriga (la razón) y dos caballos, uno blanco (ánimo) y uno negro e indócil (apetitos).
Reconocer estas tres partes del alma permite a Platón establecer un paralelismo perfecto entre ésta y el Estado. Este paralelismo le permite sostener que la justicia es la misma tanto en el individuo como en el Estado. La diferencia es meramente de escala: la justicia vista en letras grandes se da en el Estado, en letras pequeñas se da en el alma. Pronto explicaremos este paralelismo.